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David Ferrer

El tenista David Ferrer cumplirá 31 años en abril. No es por tanto ningún pipiolo. La carrera del jugador de Jávea está hecha a base de cincel y martillo. Pelea cada tanto, se exprime y llega hasta donde le dejan los mejores rivales. Pese a intentarlo muchas veces, las oportunidades se le fueron escapando. Su casa está llena de subcampeonatos.

O Nadal, o Murray, o Djokovic, o Federer se le cruzaban en el camino. Ellos con su mejor tenis le derrotaban. Muchos hubieran tirado la toalla, pero si algo tiene este chico es constancia. Hasta tal punto que debió esperar hasta este pasado domingo para conseguir por primera vez un torneo Master 1000. Tuvo que ser en París. Superó en la final y en dos sets al “enfant terrible”, al polaco Jerzy Janowicz, que fue la sensación del torneo.

“Ferru”, como le llaman los colegas y gentes cercanas, rompió la barrera que parecía imposible. Sabía de sobra que era la gran oportunidad, porque no estaban los “monstruos”. Con el tenis batallador de siempre, moviendo al rival, golpeando con acierto, fue llevando puntos al tanteador hasta hacerlo caer de su lado.

Está en eso que llaman “madurez deportiva”. Ocupa el puesto número “5” en el ranking de tenistas profesionales masculinos de la ATP. Por tanto, consolidado y esperando la próxima cita del torneo de maestros que reúne a los mejores. Él está entre ellos, como también en la convocatoria que Alex Corretja realiza para la final de la Copa Davis ante Checoslovaquia.

Ausente Nadal por lesión, le corresponde a Ferrer liderar al equipo. Nadie expresa como él las virtudes exigidas y necesarias para ser competitivo. Ni Verdasco, ni Almagro, ni Feliciano López constatan en sus comportamientos sobre la pista la fortaleza física y mental de este jugador que, posiblemente, no recibe el reconocimiento que su tenis merece.

 

 

Iñaki de Mujika