He pedido varias veces la dimisión del consejo. Justo desde el momento en que su presidente, la persona en torno a la cual se amalgamó el proyecto, dimitió irrevocablemente. Debieron marcharse con él y evitar estos cuatro meses imposibles que terminan con su despedida. Miguel Fuentes fue el único valiente capaz de dar la cara, de poner nombre y apellido a un movimiento que tuvo muchos adeptos y en el que creyeron nostálgicos, frentistas, y muchos otros sectores blanquiazules, que entendían que la situación y el ambiente en el que se movía la Real no eran lo más aconsejable. Muchos brujulearon, se dejaron querer, pero el paso al frente sólo lo dio Miguel.
Conocí aquel proyecto en una reunión a la que tuvieron la deferencia de invitarme. Les agradecí el detalle y decliné involucrarme dadas las circunstancias de mi trabajo que obliga a ofrecer las mismas oportunidades a todos los aspirantes. Les garanticé mi apoyo una vez que consiguieran el respaldo popular, con la única condición de no presentarse "contra nada, ni nadie", sino a favor de sus ideas y que en sus discursos no existieran ni el odio, ni el rencor. Tristemente, aquella campaña no hizo otra cosa que agudizar las tendencias. Volaron amenazas, presiones, descréditos. Valió todo con tal de conseguir una acción que inclinara la balanza. Vencedores y vencidos. Decepcionado, entendí que mi sitio era, y lo sigue siendo, la retaguardia. Tiempo de espera en el que sólo debía apoyar, como siempre, al equipo.
Han pasado dos años y medio. Es obvio que no estamos mejor. La soga en el cuello es la economía. El primer equipo está en Segunda y la sociedad asiste atónita al descalabro al que le han llevado todos los que han querido decidir su futuro, desde dentro y desde fuera. Algún día los que se tiraron en brazos de oráculos y musas inspiradoras, ahora que se marchan, tendrán que ser capaces de darse cuenta del peaje que han pagado. Hipotecaron su libertad tratando de asegurarse una paz inexistente como han comprobado en carne propia. Error de cálculo.
Me gusta mirar al futuro y valorar todos los esfuerzos de quienes están dispuestos a asumir responsabilidades, sean chinos o tengan bigote. Se abre el melón. Cada candidato presentará su proyecto, tratando de convencer a los accionistas que, hoy por hoy, son los únicos con capacidad de decisión. Lamentablemente, antes de que nadie dé un paso al frente, se ha iniciado ya un "proceso de demonización" de posibles aspirantes. Así no vamos a ninguna parte.
Los actuales rectores bastante débito llevan acumulado como para que todavía traten de "orientar" la futura decisión de los accionistas con una comparecencia en plan "Retablo de las Maravillas". ¡Que vengan cuanto antes!, escribí el lunes. Nos hace falta gente nueva, sin pasado ni historia en la sociedad, capaz de gestionar los recursos que devuelvan a este club al sitio que le corresponde y con un equipo del que poder sentirnos orgullosos. Se gane o se pierda. La presidenta, por cierto, se despidió ayer entre lágrimas. Sus compañeros fueron incapaces de ofrecerle siquiera un aplauso con el que ayudarle a pasar el trago. Es lo que tenemos.
(Este artículo se corresponde con la dimisión de la presidenta de la Real Sociedad, Maria de la Peña)