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¡Huele a cañita brava!

Voy a Ipurúa con muy pocas ganas. Aún más, si pudiera, me quedaba en casa a verlo tranquilamente por la televisión. Ya me pasó algo parecido hace un año. Transmitir estos partidos no resulta gratificante, porque conozco demasiado a los dos equipos que se enfrentan, a sus futbolistas, a sus dirigentes, a los periodistas, a los aficionados…Todos van a acudir al campo con ilusión, pero sólo a unos sonreirá la fortuna. O a lo mejor, a ninguno si empatan.

La pasada temporada este partido abrió feria, cuando todavía apretaba el calor del verano y quedaba por delante el Everest. Entrenaba Coleman en la Real. Vaughan era objeto de penalty y Gerardo lo transformaba (0-1). Se cumplió el pronóstico y cada uno formuló su recorrido hasta el final.

Ahora, los dos equipos andan con la soga al cuello. A los armeros les aprieta más, pero la cuerda realista no termina de caerse. El que pierda verá complicado alcanzar los objetivos. El que gane mantendrá vivas las esperanzas. Si igualan, a todos les sabrá a poco. Por ello, este encuentro va a dejar en el camino gente inválida y decepcionada. Esa es la poca gracia del derby guipuzcoano.

El partido dispone de pocos atractivos. Las vacaciones de Semana Santa, la clasificación poco airosa de ambos, el mal tiempo, constituyen una suma de parámetros con poco fuste como para cautivar y mover a los aficionados, hartos de no disponer de momentos para el disfrute y regocijo. Además, los recuerdos de la primera vuelta, al margen del empate, rememoran la imagen de la grave lesión de Díaz de Cerio y su ausencia para el resto del campeonato.

En el Éibar ya no está Pouso. Le encontré el Jueves Santo en el Sestao-Real Unión. Habló con Alaña, también en la grada. No volverá a Ipurúa hasta que el cuadro azulgrana gane un partido de la mano de su sustituto Uribe. Éste y Juanma Lillo pergeñan un "once" con el que sorprender a su oponente, escondiendo como siempre sus cartas. El asturiano coge aire ante la recuperación de ausentes lesionados, mientras que el tolosarra sueña con que su equipo lleve la iniciativa, mantenga el balón en los pies y acierte a ponerlo en las redes de Pampín.

Pitará Teixeira Vitienes, el mismo colegiado que escribió en el acta de Mendizorroza aquel 3-2 de la defunción realista la pasada temporada. Su trabajo no será fácil. ¡Huele a cañita brava.¡

Iñaki de Mujika