Llegué lloviendo a Galicia. Lloviendo a mares. Y no dejó de hacerlo esos días de enero en los que la visita a Santiago de Compostela parece obligada por ser Año Jubilar. Demasiado pronto. Pudiera parecer impensable que un año tan importante por lo que significa, presente a estas horas el Pórtico de la Gloria cubierto con un enorme andamio que sólo permite ver el parteluz. Incluso la escultura que refleja la cara del Maestro Mateo, con la que los peregrinos chocan su frente, también está protegida.
De cualquier modo, todo mantiene su encanto. Pasear por la Rua do Vilar, o la Rua do Franco, o Raiña, entre las casas de granito con sus viejos miradores blancos, sólo es posible en esta ciudad que permite descubrir siempre un nuevo rincón sugerente. Luego, están los lugares de siempre. El Obradoiro, la Quintana, la Catedral y el Palacio de Gelmírez, La Casa de la Troya, Fonseca, los templos y las iglesias, los viejos edificios y las casas solariegas. Todo conforma un escenario monumental.
El viaje por tierra permite comprobar el caudal de los ríos, la inmensidad de los llenos embalses, obligados a abrir compuertas para evitar su desbordamiento, pero también fijarte en los escaparates que enseñan el producto de la tierra. Hay mil sitios para tapear y cenar. A veces aciertas. Otras fracasas. Volvimos por los seguros pasos de "El Pasaje". No hay demasiada gente. Somos dos y no fumamos. Nos ofrecen la mesa más cercana al balcón, desde cuya altura se ve la gente que transita en Porta Faxeira. A nuestro lado, en una mesa circular, profesores de universidad que han invitado a unos colegas franceses.
Jueves por la noche. Vivimos de antojos y caprichos. O si prefieres, de aprovechar las oportunidades. Queremos probar cosas. Un plato de camarones, otro de percebes recién cocidos y un pulpo a feira constituyen las entradas. Todo formidable, como la cola de lubina a la plancha que también compartimos de segundo plato. Quiero destacar el buen nivel del servicio. Gente muy atenta. Se nota la experiencia y los años que el restaurante lleva abierto. Nos dejamos aconsejar. Llegó a la mesa un Albariño de Valmiñor. Es un vino de color amarillo con notas frutales, fresco y con sabor que al final enseña un punto de amargor muy convincente. Riquísimo. Un postre de tarta de almendra y un café. Por gentileza de la casa, llegó a la mesa una botella de orujo. Como antes nos habíamos tomado unas cañas, el camino hacia el hotel hizo buena aquella película "Cantando bajo la lluvia".
Al día siguiente, volvimos a la tradición y desayunamos en el Café Derby. Mantiene la solera de aquel establecimiento inaugurado en 1929 que concentraba a galleguistas y profesionales de origen universitario. Las tertulias se sucedían y en ellas no faltaba hombres como Valle Inclán, Maside, Rafael Dieste, Seoane o Domingo García Sabell. Las vidrieras se conservan, las lámparas y las mesas también. El camarero que nos atiende lleva su chaquetilla blanca. Todo sabe a historia y a supervivencia, porque el enorme local, esquina golosa para cualquier banco, aguanta de pie. Ese es su mérito y el de los ciudadanos que lo guardan.
RESTAURANTE EL PASAJE
Dirección: RUA DO FRANCO, 54
Localidad: SANTIAGO DE COMPOSTELA
Web: www.restaurantepasaje.com
Email: info@restaurantepasaje.com
Tel. 981557081