El sábado es el día en que voy al mercado. El resto de la semana es imposible hacer la compra. Disfruto viendo los puestos, charlando con la gente, eligiendo a capricho y cargando la bolsa hasta que ya no cabe más. La mañana lucía luminosa y agradable. Las frutas ofrecen sus colores y sus precios. Elegí cerezas. Las verduras también aportan novedades. Antojo de guisantes del país. De esos que llaman de lágrima. Paquetito. Y hongos, también había hongos. Como me gustan tanto, no fui capaz de decir que no. Esas tres maravillas me costaron como unas vacaciones en un crucero por el Mediterráneo. ¡Lo bueno, no baja ni por el forro!.
No exagero, pero si no hubo diez mujeres que me preguntaron por el partido de la tarde y por los goles que iba a cantar poco faltó. Las etxekoandres son futboleras y de la Real. Sufren como los demás y se han incorporado a los estadios de manera destacada.
Ante las ferias y fiestas que se organizaban para dar brillo al partido y calor a los futbolistas, opté por llegar pronto al estadio. Si esto fuera Gijón, debería hablar de una mareona, por la cantidad de gente que se agolpó en la entrada de los vestuarios. A los futbolistas les menearon de lo lindo a su llegada. ¡Para que espabilaran!
La cosa ya apuntó alto en el inicio. Edurne Pasabán realizó el saque de honor con un golpeo de interior. Nada de puntapiés. Era una premonición de lo que nos esperaba, porque el Villarreal jugó el balón como gloria bendita y daba la sensación de darnos un meneo en regla. Pero el fútbol es grande por los momentos inesperados. Lo fue la decisión de decretar un penalty a favor que transformó Xabi Prieto con una frialdad que aturde. Lo fue también la decisión de señalar lo mismo en el área contraria y permitir que Marco Rubén empatara pese a que Eñaut casi la caza. Total que pasa un tiempo, a velocidad de vértigo, con tablas en el luminoso y música de viento para el árbitro. Todo por decidir.
A la grada le entran dudas, pero empuja con una esperanza increíble. ¡Qué gran esfuerzo están haciendo los seguidores!. Hasta que llega la jugada que termina por romper la equidad y resolver el partido. ¿Quién aparece?. Se trata de un futbolista serio que me cae estupendamente. Le quiero un montón y tiene un no sé qué que me cautiva. Sus compañeros se han cachondeado de él porque hasta ahora no le había hecho un gol ni al arco iris. Ahora, Mikel González ya puede presumir, y además con mérito porque el tanto de la victoria vale su peso en oro. Los perseguidores ganaron todos y no quiero pensar cómo estábamos a estas horas si no se gana.
El central arrasatearra se parece a la alpinista tolosarra. No en lo físico, claro, sino en la constancia. Confía en sus fuerzas y asume los retos. Ha jugado en la izquierda, en el centro y ayer en la derecha. Le venía de frente uno de esos futbolistas que en el argot se les conoce como avispa cojonera. Al principio le costo, pero luego puso la barrera y no pasó por allí ni el aire. Mikel es fiel a sus amigos. Uno de ellos, bertsolari, aprovechará la oportunidad para ensalzar las hazañas del jabato.
Nota: Ayer cuando salió a cantar el representante de TVE en Eurovisión le salió un espontáneo de repente. Se paró todo y comenzó por segunda vez. Estamos cerca, pero el ascenso no está cerrado. No queremos, ni necesitamos, intrusos.