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Un, dos, tres, escondite inglés

Por razones que se me escapan, ayer les dio a los técnicos realistas, o a quien se le ocurriera la idea, un siroco. Determinaron no hacer pública la lista de convocados hasta que llegaran al estadio. Traté de encontrar los motivos que provocaban tal decisión el último jueves del mes de octubre, fecha en la que se vio volver a las palomas camino de Francia, probablemente también afectadas por el mismo viento del sudeste que los responsables del plantel realista.

Pensé primero en el rival. Si le ocultamos los nombres, no será capaz de descubrir nuestros planes. Lillo es un entrenador al que le gusta diseñar estrategias con todos los mapas desplegados. Si le faltaban piezas en su rompecabezas, o aparecían las de otro puzzle, le provocábamos un cortocircuito. Argumento razonable.

Otra opción podía corresponderse con nuestra propia alineación. Entraba dentro de lo probable que faltaran unos cuantos de los habituales titulares. Ello conllevaría un once con poco encanto, mucha incógnita y cierto grado de prevención ante el juego que ese equipo fuera capaz de desplegar. Entonces, para evitar desánimo previo en la grada, y calentamiento en los medios, discreto silencio. Pero esta opción, sinceramente, la entendía bastante friki.

Quedaban más probabilidades. Como quiera que la última vez que Lasarte decidió una pequeña revolución (Pamplona) se montó un ¡Viva Cartagena! y se pusieron nerviosos hasta los cordones de las botas, dejaba a su equipo sin noticia alguna y les evitaba sobresaltos, tensiones añadidas y ansiedades. Era otro argumento creíble.

Con esas ideas dando vueltas por la mollera fui a pasear por las calles de la Parte Vieja donostiarra aprovechando que la tarde estaba extraordinaria. Llegué hasta la Trini y encontré a unas niñas jugando junto a una pared. Mientras una se tapaba los ojos, las otras trataban de llegar hasta ella corriendo desde considerable distancia. No superaban los doce años. ¡Un, dos, tres, escondite inglés! Gritaba en alto, antes de darse la vuelta y pillarles en movimiento. Les cazaba siempre. Estaban muy entretenidas. Volviendo hacia el Boulevard esas crías alentaron otro posible motivo.

Dije para mis adentros: "Lasarte ha leído hoy los periódicos y se ha encontrado con una alineación diferente en cada uno de ellos. Se lo ha pasado muy bien y ha decidido que sigamos jugando al escondite". Sonreí haciendo parada y fonda en varios establecimientos de restauración. ¡Hagan lo que hagan, no me quitan el hambre! Caté unos cuantos pintxos, ricos, de todos los tamaños y colores. También algún vinito. Debía coger fuerzas para cantar goles que llegaran al cielo como los cohetes que los anuncian: Uno, dos, tres, cuatro… Hasta la medianoche había tiempo.

Sobre las nueve y media nos dieron el papel con la alineación y la convocatoria. Faltaban Bravo y Zurutuza. Llorente y Xabi Prieto en el banquillo. Visto lo visto, la primera de las elucubraciones parece la más sensata. Lo tuvimos en la mano con el 2-0, pero la segunda parte jugamos como las niñas de la plaza al escondite. No les encontramos por ninguna parte.

Apunte final: Como todos los viernes hoy llegaré a desayunar, con ojeras claro, a la hora habitual. Las tertulias con Ángel, Eli, Javi, Manolo, Mikel y compañía suelen ser sabrosonas. Y hoy, especialmente, no me la quiero perder. Después del partido de anoche…

Iñaki de Mujika