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Galicia a 110 kms/hora

El primer viaje que hago a 110 kms./hora por imperativo categórico me ha llevado a Galicia, destino A Coruña, pasando y parando en Lugo. Esto de jugar partidos en lunes a las nueve de la noche es algo así como un encanto envenenado. Te hace enorme, por largo, el fin de semana pero te destroza la semana siguiente. Para cuando quieres darte cuenta ya es miércoles y no has vendido una escoba.


Madrugué para llegar a Lugo a tiempo de instalarme en el hotel y esperar la hora de un partido de Segunda "B" del grupo I, Lugo-Getafe. El líder frente a uno de los aspirantes a jugar el play-off. El director del Numancia, César Palacios, me sugirió que prestara atención a algunos madrileños que conocía. De todos ellos, quien más llamó la atención fue el pivote Escassi. Pero a quien realmente quería ver era a Gorka Azkorra. Ese delantero centro que conocí un día en Albacete comiendo con José Barkero y otros compañeros.

Dejó en la puerta de vestuarios un pase para que accediera al Ángel Carro. No salió en el equipo inicial. Hasta que no saltó al terreno de juego, aquello era un empate a cero. Todo se movió en cuanto el jugador de Sondika pisó césped. El goleador del grupo cambió el cromo del partido. Con su presencia llegaron los tantos de la victoria, el segundo por un excelente pase suyo.

Mientras le esperaba, salió Pedro Alcalá, el central murciano que había jugado el año anterior en Irún. Charlamos un rato, contándonos cosas y realidades de los respectivos proyectos personales. Luego, con Gorka, nos fuimos de cervezas. Domingo de Entroido (Carnaval). En la zona de "Aguas férreas" se sitúa la calle Círculo de las Artes y en ella "Loft 52", un lugar modernista. Las "birras" a 1.30 euros y la barra, plagada de bandejas con pinchos para que te los sirvas a tu antojo. ¡Y gratis!. Mientras el futbolista daba discreta cuenta de unos rellenos de hojaldre con chocolate, quien suscribe estiraba más el brazo hacia unas empanadillas de bocado, unos emparedados de jamón y queso, otros de queso con membrillo. De repente, una chica joven pasa con una bandeja llena de raciones de empanada gallega. ¡Uno de mis antojos!. A Gorka no le hace mucha gracia, pero a mí me fascina. ¿Para qué cenar?.

El sitio es moderno. Dispone de una estructura funcional en dos plantas. Hasta las doce de la noche ejerce como bar-restaurante, incluida zona wifi para ordenadores. Cuando subes al baño encuentras a la gente en las mesas trabajando o navegando por las redes sociales. A partir de la media noche, aquello se convierte en pub de buena marcha. La zona nueva y residencial permite hacer una ruta a través de varios establecimientos similares. El encuentro mereció la pena. Feliz por ello busqué el camino del hotel. Al día siguiente nos esperaban un entrenamiento y un viaje.

Llegué a La Coruña entre nieblas, atento a radares, velocidad, cuentakilómetros, señales, etc. Aparqué en Los Cantones antes de dirigir los pasos hasta el mercado de San Agustín. Al paso entré en San Nicolás. Es un templo medieval reedificado. La fachada austera consta de dos torres que sirven para ubicar las campanas y en el centro la imagen del santo dentro de un friso. Pese a ser lunes, las puertas están abiertas. Entro. No hay nadie. Encuentro una sola nave de cuatro tramos con capillas laterales. Aprovecho el silencio para sentarme y pensar en las cosas que me pasan y en las personas que merecen la pena y la vida pone en tu camino. La tarde-noche anterior permitía recordar a un futbolista.

El mercado de San Agustín está céntrico. Presume de ser un edificio emblemático de la ciudad gallega, llamando su atención la cubierta parabólica que le da un aire particular. Allá fui aun siendo el primer día de la semana que no suele animar mucho las ventas. Paseo entre pasillos y doy vueltas por todas las secciones. Recorro los puestos, Miro la cara de los clientes y de quienes atienden. Su forma de hablar y comportarse. Hago fotos. Como he viajado en coche, cuento con sitio en el maletero para cargar. Patatas gallegas, grelos, cebollas de Betanzos, pimientos de Padrón, empanadas de carne, atún, y bacalao con pasas,  pan y bizcocho de la aldea. Varias verduras y unos embutidos riquísimos. El marisco, por si se me pasaba, me lo llevo puesto. Sin que nadie se enfade, vuelvo con la sensación de haber hecho compra bastante más barata de lo habitual. ¡Es que hay precios y precios.!.

Dejo la compra en el coche y acudo al cercano hotel. Preparo el partido de la noche. Acaba de entrar un monumental barco de pasajeros en el puerto, "Aida Blu". Hace un día espléndido de sol y agradable temperatura. Atiendo a las obligaciones de la radio y al graznido áspero de las gaviotas que sobrevuelan la zona. No pierdo ni un minuto. Vuelvo a la calle. Paseo por las peatonales del centro, la Calle Real y la Calle Olmos. En el "8" se encuentra "El Real". Larga barra y mesas de madera clara y barnizada. Oteo los horizontes, veo qué hace y toma la gente. Decido. Hace más día de cerveza fresca que de Albariño. Así que una "Estrella Galicia" para empezar. Ración de pulpo (riquísima), unos mejillones al vapor, algo de percebe. Otra caña. Media de calamares porque compruebo que los piden en casi todas las mesas. Para terminar, una vieira con langostinos. Contento omo un general, pedí un cortadito. Estupendo precio y exquisita atención. De vuelta al hotel, paseíto, siesta y al fútbol, aunque antes respiré el aire del mar en la playa de Riazor. Del partido, obviamente, no voy a hablar. ¿Para qué?.

 

 

Iñaki de Mujika