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Cambio de domicilio

Se veía venir. Como los toros cuando embisten. De frente y sin capacidad de frenar. El balonmano Ciudad Real, el mejor equipo del mundo en lo que llevamos de siglo, no aguanta más. Su economía y la incapacidad de conseguir recursos en su entorno le impiden mantener su nivel de competición. Viene recortando presupuesto desde hace un par de años, a costa de perder nivel competitivo en su excelente plantilla.


Estamos hablando de un club con apenas treinta años de existencia, con cuatro millones de presupuesto y que no da más de sí. La situación se agrava con el cambio político en Castilla La Mancha. Las relaciones de la entidad manchega con el gobierno de la región propiciaron acuerdos enormes, incluida la publicidad de un aeropuerto construido en mitad del territorio sin muchos aviones que aterricen o despeguen en número suficiente como para hacerlo rentable.

Todo valía. Así las cosas, a mayor abundamiento de recursos, mejor equipo, títulos y éxitos. Todo de la mano. Se incluye en el paquete la construcción de un pabellón de vanguardia, Quijote Arena, que perderá con la marcha del equipo su principal razón de uso.

En la lucha por evitar el descalabro, el presidente del equipo, Domingo Díaz de Mera, ya ha dado pasos y ha registrado la sociedad Club Balonmano Madrid en el Registro de Entidades Deportivas de la Comunidad de Madrid, paso previo para transmitir los derechos del club. Se aferran a un acuerdo formal con el Atlético de Madrid, entidad que dispuso de una sección de balonmano durante cincuenta años. Del pacto entre las partes saldrá la solución a los problemas. O al menos eso piensan.

A día de hoy, se busca un patrocinador que sustituya a Renovalia que ya ha concluido su contrato. Se trata de encontrar una cancha en la que disputar partidos y se trata de inscribirse en Asobal. El plazo termina el próximo día 30, por lo que todo deberá suceder raudo y veloz. Los jugadores, entre ellos Julen Aginagalde, están al corriente de la situación, expectantes pero no excesivamente preocupados. Los aficionados enfadados y anunciando manifestaciones de las peñas. Los dirigentes del deporte respirando porque un descalabro hundiría al balonmano de elite que parece muy tocado. No hay quien levante cabeza.

 

 

 

 

Iñaki de Mujika