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Las gambas de Palamós

El verano de 2007 fue brutal y decepcionante, Pocas semanas antes la Real Sociedad, el Bidasoa y Gipuzkoa Basket, razones importantes en el quehacer profesional diario, perdieron la categoría y descendieron. Acudieron al rescate unos buenos amigos deportistas a los que la temporada les había ido mejor. Estaban en un chalet de Formentera pasando unos días en una enorme casa alquilada y con piscina.  Pasé unos agradables días con ellos.


 Entre los inquilinos se encontraba un matrimonio de Palamós. Juan se dedicaba, y dedica ahora, a la pesca de gambas. Fue entonces cuando tuve noticia de su acreditada fama. Pasados cuatro años merodeo por la zona y siento la tentación de quitar cabezas y caparazones. Después de varios intentos fallidos, aparecen en la carta del "Salamanca" en la Barceloneta de la Ciudad Condal.

Nos hemos montado en un taxi. Le pedimos que nos lleve al Puerto Olímpico o a la playa. Queremos cenar. El chófer nos sugiere la terraza de un restaurante que lleva muchos años de experiencia y en cuyas mesas se sientan centenares de personas todos los días. Paseamos un rato por el malecón y anocheciendo nos sentamos. Al ver la amplitud de uno de los comensales, le cambian la silla al uso por una más confortable. Lo agradezco en grado sumo.

Justo al lado un matrimonio catalán se está metiendo unos berberechos espectaculares. Buena pinta. Camareros, jefes de comedor y responsables de la terraza atienden unas cien mesas. Sin parar y con unas tablas que se notan. Primero unas birras, luego pan tumaca, más tarde la carta. ¡Gambas de Palamós!- Por fin. Las enseñan primero, frescas, recién pescadas, antes de hacerlas a la plancha. Hermosas de tamaño y precio. Cuando llegó la cuenta, Iker hizo la división entre el coste y el número. Salió cada una a tres euros, pero estaban cojonudas.

Pedimos berberechos pero estaban agotados. Unos chopitos nos entretuvieron hasta que llegó la fideuá de gambas y chipirones. Cazuela generosa y estupenda. No fui capaz de terminar. Menta poleo para bajar y unos trozos de tarta de almendra por gentileza de la casa.

Habíamos paseado antes por la Rambla, visitado el mercado de "La Boquería", con esos puestos de frutas y goxokis increíbles. Flanqueamos el apuntado arco de la puerta de Santa María del Pí, uno de los exponentes del gótico catalán. Pasamos un rato sentados, pensando y contemplando desde un banco la grandeza de la única nave de la iglesia, la poca ornamentación y la belleza del presbiterio y su sillería barroca. Luego pateamos calles y plazuelas en donde jóvenes músicos interpretan canciones de siempre. Los pintores exponen su obra a los ojos de miles de personas que se sienten a gusto en el ambiente peatonal de calles sin coches. Entre ellos, desapercibidos, nosotros.

Iñaki de Mujika