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La final del cuatro y medio

Si alguien se molesta que me perdone, pero cada vez que llega una final de pelota en cualquiera de las distancias o fórmulas, pasa algo y por lo general suena a chapuza. Esta vez le toca al cuatro y medio. El afectado es un dedo de Aimar Olaizola, fracturado, que no le deja entrenarse en condiciones. A las primeras de cambio solicitó un aplazamiento y se lo concedieron, Estaba en su derecho y nadie puso objeciones.

Olaizola es un profesional que no va a arrastrarse por el frontón. Si considera que no está preparado para competir no lo hará, pese a lo que ello pueda conllevar. Si juega es porque estima que pueda dar la talla y ganar a Irujo, su principal oponente en las últimas finales. Después de probar a puerta cerrada, en secreto y sin testigos, confirma que no se ve y lo comunica a los responsables.

A resultas de esa imposibilidad, el juez único concede otra semana más y ya estamos en el 11 de diciembre, saltándose a la torera el reglamento que el año pasado privó a Barriola de disputar la final de parejas y a Xala, el individual, aunque en este caso te montó tal zafarrancho que no les quedó otra que tragar y claudicar. A ninguno de ambos se les concedió prórroga.

En medio, de esta desaguisado los hermanos Olaizola pasan por el trago amargo del fallecimiento de Andrés, su aitá, lo que añade más complejidad a la situación del menor de los de Goizueta, quien se ve afectado física y anímicamente. En este escenario se retrasa el cinco y medio previsto en el Miribilla de Bilbao. El parejas, que debe empezar ya, tendrá que adaptarse a las realidades que se deriven de esta situación bochornosa que no respeta a los aficionados que ya han comprado las entradas aunque no sepan para cuando.

Cada vez son más las voces que se levantan contra estos comportamientos que no pueden admitirse en un deporte profesional que conlleva espectáculo, imagen al mundo y alta competición.

 

 

 

 

Iñaki de Mujika