Llevo muchos años dedicados a la información deportiva. En este tiempo he conocido centenares de practicantes, muchos de ellos profesionales. En la mayor parte de los casos me he sentido solidario con sus proyectos y he tratado de apoyarlos porque no entiendo esta profesión de otra manera. La convivencia con todos ellos me han enseñado a respetarles del mismo modo que ellos respetan a quienes compiten por los mismos objetivos.
Pero hay excepciones. Lamentablemente, el pelotari Sebastien Gonzalez es una de ellas. Entiendo que esté enfadado por su ausencia del campeonato de mano por parejas. Entiendo que esté decepcionado por la decisión de su empresa de no incluirle entre los participantes. Pordrán discutirse las razones que han llevado a los responsables a adoptar esta decisión. González argumenta las suyas. Las ha perdido en el mismo instante en que arremete contra uno de sus compañeros.
Conozco a Aritz Lasa desde sus inicios, cuando siendo amateur firmó su primera ficha profesional con Frontis. Ha ido creciendo paso a paso, luchando por un hueco en el escalafón profesional. No debe nada a nadie. Por eso, Sebastian Gonzalez se equivoca cuando acusa a Aritz Lasa de ser el niño mimado de Inashio Errandonea, el director deportivo de la empresa que le paga muy bien.
Luego, aparece un alcalde más allá del Bidasoa echando leña al fuego anunciando boicots a Aspe, la empresa a la que pertenecen los pelotaris afectados. Es lamentable. Cuando en su día todos defendimos a Xala, en su legítima pelea por disputar la final manomanista, estábamos cargados de argumentos y el tiempo terminó por darnos la razón. Ahora no hay tema. Si de verdad aman la pelota deberían aceptar sus fracasos y asumirlos. Como Gonzalez, muchos se han quedado fuera sin decir una palabra más alta que la otra y han respetado a sus compañeros. No merece ni que le contesten, porque cuando los principios de repeto se pierden, no hay argumentos que se sostengan. Y, hoy por hoy, Gonzñales no ha respetado a Aritz Lasa.