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¡No sé si esta copa me mola o no me mola!

Córdoba es un lugar apasionante. Me trae demasiados buenos recuerdos. No deportivos, sino artísticos y humanos. Gratificantes. Cuando hace muchos años Antonio Gala calificó su ciudad natal como “la Bella”, yo era un estudiante quinceañero. Sentí ganas de conocerla algún día. Y ese día llegó bastante más tarde. Llegué una noche de lluvia. Desde entonces he pateado sus calles muchas veces. He impregnado la ropa con el olor de las frituras y he llenado mi despensa de cultura con muros y capillas, callejas y patios atiborrados de flores y de historias de amor.

La Judería cautiva y embelesa. Como el jamón, las tortillitas de camarones o el salmorejo. Incluso, subirte a una calesa en la Mezquita y hacer camino hasta Las Tendillas o La Corredera.

Lamento no haber tenido la visión de guardar los álbumes de cromos que de crío completaba cada temporada. Hoy casi serían incunables. Hasta donde la memoria alcanza, recuerdo aquel Córdoba de los Mingorance, Marañón, Simonet (que era calvo) y Roque Olsen, el entrenador que entonces ocupaba el banquillo de aquel campo.

El viejo Arcángel era uno de los típicos estadios andaluces. Poca tribuna cubierta y mucha grada a la intemperie. Nada que ver con el actual, ubicado bastante cerca del primitivo y con ciertos aires modernistas, aunque la cabina compartida de radio sea indignante y debiera dar vergüenza cobrar por utilizarla. ¡Como tengas un aprieto, date por jodido!

Hasta ayer, en las tres ocasiones que profesionalmente tocó contar un partido de fútbol llevaba un bagaje repartido. Una victoria, un empate y una derrota. Por ese orden. Obviamente anoche tocaba repetir algún guarismo, aunque menos trascendental porque vivimos una eliminatoria que tendrá su segunda parte en Anoeta. Cuando toque.

No sé si Monty aprovechó el largo desplazamiento para subirse a un carruaje y taparse con la capota de vaqueta, pero algún céfiro sonoro le animó a construir un equipo diferente, con un centro de campo con el que suspira mucha feligresía y con una delantera en la que ver a Ifrán de ariete se catalogaba en algunos círculos como un don del cielo. La oportunidad para reivindicarse la pintaban calva. ¡Visto lo visto, la pintaban!

Como era previsible, los andaluces salieron como cohetes y si no es por la mano de Eñaut, el remate de Patiño al inicio del encuentro pudo adelantar al cuadro verdiblanco, aunque Saizar hizo lo propio minutos después con la falta que firmó Rubén Pardo. Superado el trance inicial, las cosas se equilibraron y llegaron hasta el borde del descanso. Patiño tiró y abrió el marcador y las incertidumbres.

Pensaba en el descanso lo poco que me gusta este formato copero. Como los que mandan no quieren correr sorpresas, una vez que llegamos a dieciseisavos de final todo se resuelve a doble partido. Así, a los poderosos les conceden dos oportunidades ante equipos de menor valía, si es que les toca enfrentarse a conjuntos de Segunda o Segunda B. Menos mal, porque si no a estas horas estábamos en la calle con todo merecimiento.

Cuando las cosas eran diferentes, vivimos finales como Mallorca-Huelva o Betis-Osasuna que hoy son impensables. Los ingleses en esto son más valientes. Su estructura competitiva admite que uno de cuarta división se cepille a uno de la Premier y que este caiga con todos los honores en el campo del más humilde. Como cada eliminatoria se juega a un partido, viven finales anticipadas.

El Reading-Arsenal fue un escándalo. Los locales ganaban en casa 4-0. Inopinadamente, los de Wenger marcaban cuatro tantos en tiempo récord. Prórroga y tres goles más. El partido concluyó 5-7 favorable a los londinenses. Doce tantos. Eso es espectáculo y una Copa que mola.

La segunda mitad siguió su camino con la ventaja local y sin mayores sobresaltos hasta que llegó el penalti y el gol de Vincenzo Rennella. Dos a cero. Más de lo mismo. Ahora se hablará de remontada, de heroísmo, de lerdeces. La tozuda historia dice que en la Copa, la Real nunca ha solventado en casa tras perder 2-0 fuera en el partido de ida. Por eso te digo que no sé si esto me mola o no me mola.

Iñaki de Mujika