elbeaterio.es

El derby de San Mamés

No me gusta hablar mucho de los derbys porque pertenecen en su integridad a los seguidores de los equipos. Es un partido de emociones, sensaciones y ansiedades que se reparten entre la grada y el terreno de juego. Puedes caer en la tentación de desorientar la realidad por las mal entendidas euforias.

 

El fútbol, el partido, corresponde a los jugadores, El entorno, a los aficionados. Los periodistas tratamos de contarlo, pero es casi imposible, porque lo que lleva dentro el alma y el corazón no encuentra ni sustantivos ni adjetivos para expresarlo.

Pero este derby dispone de un valor añadido. Es el último del viejo San Mamés. Se han jugados muchos. Ha pasado de casi todo. Antes y después de la remodelación, los cimientos han temblado en las grandes ocasiones. Muchas veces he sentido que se movía el suelo, la tarima sobre la que estaba sentado en el desarrollo de mi actividad.

Sucedía lo mismo en Atotxa hasta que el vetusto campo del Duque de Mandas pasó a la historia dando paso a un estadio más cómodo y menos convencional que dista mucho de vibrar como antaño. Eso lo ha cuidado el Athletic en su nuevo estadio porque quiere que no le suceda lo mismo que a sus vecinos. El aliento en el cogote de los futbolistas añade valor y furor a las contiendas.

Athletic y Real firman la despedida con la esperanza de volverse a encontrar en el nuevo escenario. Los aficionados posiblemente se den cuenta de ello y quieran asistir al último duelo entre dos equipos que, no cabe ninguna duda, quieren ganar como sea porque las victorias en estos casos dan un plus y un rearme moral en la búsqueda de los objetivos que se plantean.

Probablemente, es la primera vez que ambos miden fuerzas un viernes y a una hora intempestiva que lo es más porque estamos en febrero y es invierno. ¿Quién dijo miedo o quién dijo frío?. Nada arredra los sentimientos y las ganas de abrir los ojos ante el gran espectáculo. Lo es siempre por encima del valor de cada resultado. ¿Pronóstico?: ¡Incierto!.

Iñaki de Mujika