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Olor a chamusquina

¡Qué mal dormí anteanoche!. Había decidido seguir de cerca al Osasuna contra el Almería, los dos últimos visitantes de Anoeta, a los que añadí un Granada-Málaga posterior cuya terminación me situó en la media noche. No estaba para encender fogones, más bien totalmente vagoneta. Así que todo eran paseos de ida y vuelta a la cocina, picando un poco de aquí y otro de allá. Todo concluyó con un par de mandarinas y un poco de compota (pomme-poire) que suelo comprar más allá del Bidasoa.

Entre quedarme zapeando o irme a la cama, decidí lo segundo. En un santiamén estaba roque y en otro santiamén, roncando. Así, hasta las seis y diez de la mañana. A esa hora es de noche y no se oye un ruido. Traté de encontrar la postura cómoda en el lado fresco de la almohada por ver si volvía a caer. Imposible. Como no aguanto eso de dar vueltas y vueltas para nada, puse pie a tierra para comenzar muy pronto la jornada.

Siempre es obligatoria la primera vuelta por el frutero. Mandarina y manzana con vasito de agua. Repaso por las habitaciones de casa, ordenando el desorden y apertura del ordenador para controlar lo de casi siempre: correos y redes sociales. Una hora más tarde, ducha, afeitado y desayuno sin prisa. He decidido preparar coliflor. Hace fresquito y apetece. A las ocho y media estoy haciendo compras y encargos y a las diez estoy de vuelta.

Preparo utensilios, lavo la coliflor, la troceo y a la olla. Veinte minutitos en cuyo trascurso la casa apesta al olor característico de esta brasicácea que sale al plato aderezada con un sofrito de ajo. Las doce y media, sentado en la mesa dando buena cuenta de una parte de la cocción. Los otros pedazos los guardo para rebozarlos y comerlos con una especie de salsa mahonesa en un par de días. El aroma que desprende el plato se pega como una lapa y no consigo quitarlo. Es como una peste que comparto involuntariamente en la narración del partido con los habituales comentaristas que adivinan sin dudar que me he enjaretado una coliflor.

Y no es que el partido de Madrid me oliera mal. Para nada. Sé de sobra cómo son los encuentros en el Bernabeu desde tiempo inmemorial. Lo dijo Arrasate entre semana. Aunque el Madrid no esté bien, siempre es muy difícil ganar en Chmartín. Da igual que esté Mourinho, Ancelotti o San Gedeón. Siempre disponen de una enorme plantilla, con pegada indiscutible y con capacidad de resolver en cualquiera de los minutos de juego. Son tantos años en los que pasa lo mismo o parecido que cuesta mucho ser optimista.

Das por hecho que son favoritos y que posiblemente te ganen. El problema son las sensaciones. El primer tiempo fue infumable. La Real no estuvo y cuando lo hizo llegó tarde a todas partes. El entrenador dispuso una dupla en la zona del anclaje para tapar caminos por dentro y mejorar la presión. Xabi Alonso disfrutó como un quinceañero sin oposición y su rival ni estuvo, ni se le esperó. En estos estadios si quieres estar vivo debes llegar entero hasta el final. Al minuto once ya perdía, al diecisiete se hacía mayor la brecha y a partir de ahí una calamidad infumable.

Si debo ser sincero, en el fondo, creía que esta imagen se podía dar, siempre que el Madrid marcara pronto. No dudo que el equipo hizo un esfuerzo enorme ante el Manchester y que recuperarse no es fácil y motivarse menos. Por eso, cuando ves que el contrario se impone con facilidad, sin oposición, sin sentirte, Olía a petardo y chamusquina, más allá de lo podrido de la coliflor. Las redes sociales estaban indignadas y recordaban pasados episodios que también concluyeron con 5-1 en contra y luego en una discoteca. Los fieles seguidores realistas se refieren siempre a la dignidad, al orgullo, y a la camiseta que defienden. Ayer dio la sensación que el compromiso con los colores se tomó una jornada de asueto.

Luego, en la segunda parte, movidos algunos peones y con otra actitud, el equipo trató de parecerse a sí mismo, más allá de que el oponente bajara los brazos ante la holgura de su ventaja. Todo había quedado resuelto. El vestuario, supongo, debió apelar a esos valores ausentes que debían aparecer para evitar un torrente de goles y un mayor fiasco. El equipo no estuvo a la altura del rival y rozó el desastre. Ni intensidad, ni agresividad, ni fortaleza.

Sería injusto no destacar a Griezmann. En esta sección le hemos sacudido cuando hacía cosas que no eran de recibo. Ahora, también, pero al revés. Lleva una racha estupenda de juego y goles. Es un referente porque hace cosas diferentes y es un jugador distinto al resto. Marcó el tanto del honor y rozó otro e incluso le pudieron hacer un penalty. Se movió, se ofreció a sus compañeros y buscó apoyos tratando de dar soluciones a los atascos y a la falta de ideas. Y lo digo por destacar algo en clave positivo y valorar un papel como el suyo.

Iñaki de Mujika