Luis Carandell fue un periodista y escritor que dedicó su vida a muchas cosas y que lo mismo se encargaba de relatar la vida parlamentaria, o presentar un telediario, o recopilar en un libro numerosas anécdotas que la vida y su actividad protagonizaban en cualquier punto de la sociedad. Recuerdo un libro con tapas amarillas titulado “Celtiberia show” que cayó en mis manos en torno a 1970 y que devoré de un tirón ante la alegría y el divertimento que proporcionaban las historias que allí se relataban.
Siento no recordar a quién se lo dejé, o dónde se perdió, pero lo cierto es que desapareció hace tiempo de la biblioteca de casa. Lo lamento porque para los ratos de desánimo venía muy bien entretenerse con los hechos. Recuerdo un acta arbitral de un colegiado que había pitado un encuentro de la regional navarra, en donde expulsó a un jugador de un equipo por decirle “te voy a matar a ostias”.
Unas páginas más adelante contaba la visita de un practicante al domicilio de dos hermanas, muy mayores y religiosas, a una de las cuales debía ponerle una inyección para curarle de una enfermedad. Cuando tocó el timbre y le abrieron la puerta, le condujeron a una habitación en la que la enferma le esperaba, tumbada boca abajo y con la nalga derecha tapada con estampitas de la virgen. El señor quedó sorprendido. Más, cuando la hermana le indicó que levantará sólo la imagen que correspondiera al espacio en el que debía pincharle.. No querían para nada que le viera el culo.
Así, legión de situaciones y fotografías. Una de las cuales provocó en mí tal carcajada que tantos años después la estoy viendo. La acción se sitúa en un colegio de Córdoba. Muchos niños y niñas comulgantes, vestidos con sus trajes, ocupando unas cuantas filas para hacerse la fotografía. A simple vista nada te llama la atención, pero si te fijas, encuentras a un chaval en la primera fila, vestido de…Lo dejo así para que, si por una casualidad encuentras el agotado libro, puedas vivir la experiencia.
Cuento todo esto, porque si Carandell viviese, dedicaría sin duda un espacio al partido de ayer, al trajín de las idas y venidas en torno al Racing, a su plantilla de jugadores, al consejo de direccíón y a los entornos. Un drama en varios actos con final inimaginable, aunque a la vista de los acontecimientos más trágico que cómico, Otro show de la Celtiberia.
He pasado las últimas horas colgado de las redes sociales, de las páginas digitales de los medios, de las tertulias radiofónicas de Cantabria. Las cosas en la distancia se ven de una manera distinta a la realidad de quienes las protagonizan. Entre las muchas afirmaciones que me llamaron la atención, referida a la situación del vestuario racinguista, destacaba ésta: “Hoy tenemos a todo el mundo observándonos. Digámosle al planeta fútbol qué es lo que pasa aquí: que estamos secuestrados y que exigimos libertad”.
Las últimas horas fueron frenéticas. Estirar la cuerda hasta casi romperla. Ni el presidente de AFE, ni ninguna otra voz, fueron capaces de cambiar la decisión del vestuario. Si el mayor castigo se cifra en no disputar la próxima edición de copa y pagar una multa que corresponderá al club y no a los jugadores, dónde hay que firmar. Si con eso consiguen echar al consejo y encontrar un respiro a la situación caótica con la que conviven, es normal que defiendan con uñas y dientes la decisión adoptada más allá del hecho deportivo, del perjuicio al rival y a los aficionados.
Circularon todo tipo de rumores. Que si un documento oficial que resulta correspondía al año 2011, que si el presidente acudía al despacho de un notario a firmar su dimisión, que sí…La Real no hizo caso a nada y espero a llegar al estadio. El equipo estuvo aislado de todo lo que sucedía alrededor del oponente. Quedaba sólo acceder al campo y esperar a que el rival anunciara la intención de no competir. Es lo que sucedió en la conversación entre los técnicos.
Más tarde todos decidieron el modus operandi. Le informaron al árbitro de lo que habían acordado y todo se cumplió conforme a lo previsto. La pamema no estuvo exenta de emociones, porque no es fácil para nadie vivir en medio de semejante tensión. Los del Racing se han hecho fuertes en la convivencia y en la unión del vestuario al que los seguidores refrendan con cariño y reconocimiento a su esfuerzo.
Tampoco fue fácil la noche para los guipuzcoanos, porque jugaron un rondo inerme durante cuarenta segundos hasta que enviaron el esférico fuera de banda y no encontraron respuesta del contrario. La conversación entre el árbitro Gil Manzano y el portero y capitán Miguel refrendó lo anunciado y el partido se suspendió.
La resulta de esta puesta en escena conlleva que la Real llega a semifinales sin desgastarse sobre un césped que se iba a poner pesado a medida que el encuentro avanzase. Todo hará falta para lo que le viene en el cercano horizonte. Un partido de liga ante un coriáceo adversario y una ronda copera ante el no va más del fútbol de salón y remate que despliegan los barcelonistas.
Como te decía al principio, Carandell recopilaba historias para compartirlas en sus libros. La de ayer en El Sardinero, por inhabitual, hubiera dispuesto de suficiente espacio como para valorar en su justo terminó la gallardía de unos jugadores y técnicos que atraviesan una situación insostenible, que no les pertenece en solitario. Tristemente en el fútbol de hoy y en la categoría que milita el Racing hay muchos equipos que viven realidades análogas que tienen poco de show.