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Las medallas

Cada vez que se disputa una competición de nivel en la que se cotizan los primeros y las medallas, se ejerce una presión sobre los deportistas que no es normal. Más allá de las propias capacidades y de la competencia ante sus rivales, un sector y no menor de los medios de comunicación reparte favoritismos con una facilidad portentosa, asegurando sin ningún rubor que éste o aquél consiguen podio sin discutir.

 

Estamos en invierno y los ojos miran a Sochi en donde conviven unas cuantas disciplinas deportivas que hacen posible unos juegos olímpicos. El patinaje artístico llena pabellones y es uno de los deportes con mejor respuesta del público. De modo individual o en parejas, se dan cita un montón de buenos patinadores que sobre el hielo demuestran capacidades y las muchas horas de entrenamiento para sacar con la máxima dignidad los programas diseñados.

Javier Fernández es un joven chaval de Leganés que no ha podido ni con la presión ni con los rivales. Concluye su actuación en cuarta posición, medalla de chocolate, porque no brilló el primer día y no estuvo espléndido el segundo. Es posible que, pese a ser el actual campeón de Europa, aniden en él sensaciones de fracaso pese a ser de nuevo el mejor del continente. Todo muy relativo cuando dependes de la puntuación de los jueces y de las pocas décimas que deciden un ttulo.

Al gran público, a mí por lo menos, le debe costar distinguir los matices de los fallos o aciertos. Ves las actuaciones de Yuzuru Hanyu, Denis Ten, Patrick Chan o  el propio Javier Fernández y resulta muy complicado decantarse a simple vista. Se conocen todos, compiten muchas veces y saben que deben rozar la perfección para imponerse a los rivales. Sacar adelante un programa limpio a veces es una quimera. Los entrenadores imaginan y los patinadores interpretan. Japón parece ir por delante de los demás y lo confirma el hecho de lograr tres puestos entre los seis primeros del programa libre masculino.

Celebro mucho la presencia de esos deportistas que acuden sabedores de que los éxitos no llegarán y que su objetivo se relaciona con la mejora técnica y los puestos respecto de anteriores ediciones. El camino es muy complejo y además está marcado por muchos factores, entre ellos los recursos de los que disponen. Por eso, llamar fracaso a un cuarto puesto final, castigado sin medalla, es cuando menos osadía.

Iñaki de Mujika