¡Pedazo de fin de semana. Qué barbaridad! Este club que nos ocupa da disgustos, pero también alegrías. Quizás, ese sea su sino. Cuando lanza la moneda al aire y sale cara, se produce un seísmo de alegrías que la gente comparte sin disimulo. Siempre expresa lo que lleva dentro. El pasado viernes en la feria de abril sevillana, con La Maestranza de gente hasta el mástil, un torero que atiende por Pablo Aguado ofreció un recital de tauromaquia. Hace año y medio que tomó la alternativa. Es licenciado en administración de empresas. Un joven talentoso que hace arte de lo suyo. Lo debió bordar de tal manera que cortó orejas a diestro y siniestro. Le abrieron la Puerta del Príncipe y salió a hombros. Puerta grande para él, montado sobre los hombres de los capitalistas a los que les habrá debido de dar la correspondiente propina.
Por la puerta de Anoeta entraron y salieron las protagonistas del fin de semana. Una copa inédita, un triunfo monumental y una exhibición de fortalezas dentro y fuera del campo. No eran las favoritas, acababan de perder hacía pocas horas con sus rivales campeonas de liga. El partido se puso cuesta arriba desde el principio. En cualquier otra circunstancia aquello estaba decidido en un santiamén, pero por detrás había un enorme trabajo de los técnicos, del psicólogo, de los analistas. No era pose cada vez que en una rueda de prensa o entrevista hablaban de la posibilidad de ganar. Y lo hicieron de manera ejemplar. Defendían como jabatas, contraatacaban en cuanto era posible y si se caían se levantaban como si no pasara nada. Contaba Gonzalo Arconada que para ganar necesitaban dos goles. Se lo dijo a sus jugadores, lo recalcó mil veces y le hicieron caso. ¡Campeonas!
Contra una plantilla plagada de internacionales, emocionaron. Le echaron casta y lo que haga falta. Mariasun Quiñones, a la que hoy homenajea el Ayuntamiento de Hondarribia, no eligió precisamente un traje discretito para defender la portería. Llamativo, estaba plagado de imanes. Las paraba todas. De ahí hacia adelante era un tsunami de correr y presionar. Cuando la colegiada pitó el final, fue indescriptible lo que sucedió en Los Cármenes. Lo querían celebrar con todo pichichi. No debería decirlo, pero puedo confesar que Nerea Eizagirre y Marta Cardona, con las que había coincidido en la rueda de prensa previa al partido, me dieron un par de besos llenos de emoción. Entre sudores, lágrimas y remojones de agua. Lo mismo que su entrenador, al que pusieron guapo. Cuando Gonzalo dirigió al primer equipo, le despidieron. No lo pasó bien, ni lo tuvo fácil. Ahora se quita la espina con este título en el club de su vida. Es el líder de un grupo joven, con una media de 23 años. Son jugadoras con descaro suficiente como para realizar una faena memorable, histórica e inolvidable, que les vale salir a hombros por la puerta más grande de Anoeta. La afición, la que se pegó un palizón para ir y volver de Granada, la de ayer en el estadio, les dio todo el cariño posible.
Y os cuento una historia que me parece increíble. ¿Sabéis lo que otorga la federación como premio al campeón y subcampeón? A la Real, 4.500 euros; al Atlético 3.000. Si eso es verdad y me fio de la fuente, me parece un escándalo en toda regla. Para esos no debería haber puerta grande, sino un portazo en toda regla. La versión masculina de la entidad no quiso desmerecer ayer. Todo lo contrario, trató de estar al mejor nivel. Lejos de hacer un encuentro cutre, el equipo se gustó, jugó al fútbol, descubrió caminos hacia la portería de Courtois. Le metieron tres, otro se lo anularon, y se perdió la oportunidad de hacer mayor la brecha en el penalti de Willian José, o en el poste de Oyarzabal. Ahí también hay descarados. El que aún no ha alcanzado la mayoría de edad, el que se mueve en bicicleta, marca su primer golen ese escenario que para Ander Barrenetxea será inolvidable. El que primero corrió a abrazarle fue Aihen Muñoz. Les queda mucho por aprender, pero los dos podrán decir que fueron protagonistas en una fecha inolvidable para todos. El 11 y el 12 de mayo de 2019 se escriben con letras grandes en la historia del club. ¡Cuánta pasión y cuánto futuro desde la calma y la firmeza en los pasos! Y el gol de Zaldua, y el partidazo monumental de Mikel Merino y la calidad de Rubén y la porfía de los demás. Y Héctor y Diego, y todos. ¡Qué partido, señores!
Algo, o bastante, culpa de todo esto corresponderá a Imanol y a su equipo de gestión. Lo he escrito varias veces. Pocos técnicos habrá más valientes que él a la hora de adoptar decisiones y asumir las consecuencias de las mismas. Él también, a su manera, es un descarado. Lo mismo que Mikel Oyarzabal, que cuando vio a Illarramendi en el momento del cambio, fue pitando con el brazalete de capitán en la mano para colocarlo en el brazo del mutrikuarra. Eso es algo más que un gesto. Puerta grande para el eibarrés y si le tengo que llevar a hombros le llevo.
Nos hemos venido arriba. Estamos efervescentes. Las jugadoras encantadas dela vida, viviendo este momento de gloria.¿Quién dijo miedo? Los chicos aguantando hasta el final. No os voy a hablar ahora de cálculos y probabilidades, porque no quiero aguaros la fiesta. Es una pena, pero tantos partidos sosos y puntos perdidos en tardes menos gratificantes en las que la puerta grande estaba cerrada a cal y canto, nos alejan de un premio que se merece por partidos como el de ayer. Cierto es que el Madrid que vimos es para hacer pipí y no echar gota. Si yo fuera Zidane, a esta hora estaba ya desaparecido en Malé, la capital de las Maldivas. ¡Tela! Nos queda un partido y cerraremos la puerta por vacaciones, pero nos guardaremos en la retina, abarrotada de lagrimones, las imágenes de felicidad delas descaradas y los descarados. ¡Me encanta!